Una mancha negra cubrió el cielo del amanecer en el ejido Casa Blanca, municipio de Poncitlán, Jalisco. Eran cientos o miles de golondrinas pecho amarillo que creaban una coreografía ante la maravillada mirada de Zizzo, como le llamaba su padre, Don Luis Sánchez Ortega, quien le enseñó a sembrar y a cuidar la milpa.
Los sonidos de las aves retumbaban aún en la cabeza de Zizzo cuando se dio cuenta de que debía de apresurar el paso. Preparó su mochila: metió calcetines, un pantalón de tela suave para deslizarse en la duela, una sudadera con gorrito para mantener el calor, y unas deliciosas semas recién horneadas.
Dicen los expertos que lo más recomendable es comenzar a bailar siendo niño pero, contra los pronósticos, Narciso Sánchez García arriesgó todo por el universo del movimiento a los 30 años, presintiendo que habría un lugar donde poner semillas en esta tierra que danza.
En el camino a Guadalajara y aprovechando el viaje cerró los ojos un momento, no para descansar sino para preparar su clase. El salón de danza lo recibió con un ¡DANCE HERE! Impreso en la pared. Y Narciso entró con sus 40 años de experiencia y disciplina.
De los mundos de la danza contemporánea eligió el release y la improvisación de contacto. En esas técnicas se siente bien al dialogar con estudiantes de danza y con cualquier persona afín a la liberación de tensión muscular en el movimiento. Participar con Alicia Sánchez en la pieza La marcha de la humanidad (temporada en el Foro Cultural Siqueiros, 1996), fue una gran inspiración para él, así como entrenar con Gerardo Delgado (2002), fue determinante para decidirse por dicha técnica, su mayor aportación a la danza en Jalisco.
Programas de mano, videos y notas periodísticas dan testimonio de que ha trabajado para diversas academias, escuelas e instituciones como la Escuela Nacional de Danza Folkórica (ENDF) y Con-Arte en CDMX, y en Guadalajara en el Institute of Dance Arts Company (IDAC) y la licenciatura en Danza Escena 3, entre otras.
Para Narciso un salón de danza es un terreno de exploración, un espacio donde el cuerpo tiene voz y los sentidos salen a curiosear libremente; ese es el lugar donde el goce del movimiento se vuelve danza. Para los bailarines, entre los que me cuento, sus clases son un espacio en el buscamos en nuestro movimiento como si se tratara de un tesoro: nos entregamos sin pensar en la forma, sin derrotarnos en los momentos más intensos y al final conversamos sobre nuestras experiencias, compartimos hallazgos al conectar con la naturaleza por medio de imágenes y sensaciones evocadoras. Coincidimos en que es un regalo que nos acompaña en nuestra cotidianidad.
Esconder la sonrisa tímida tras un gran bigote y andar en la azotea cuando a las noches las abraza el silencio es para Narciso algo muy grato; respirar conscientemente, caminar y hacer pausas mientras las casas se apagan hace que se prendan las luces escénicas en los recuerdos; es encender ese momento entrañable de danzar en la Sala Miguel Covarrubias o en el Centro Cultural Universitario UNAM con la Compañía Delfos (1994) e incluso en el Palacio de Bellas Artes con En el camino de Marco Antonio Silva, cuando ganó el segundo lugar del Premio INBA-UAM (1995) o ese momento, en el que Narciso figuró entre los 25 mejores bailarines de México, según la revista Zona de danza, que dirigía el mismísimo Carlos Ocampo (1996).
Viajes, clases y entrenamientos exhaustivos, creación y jolgorios hasta el amanecer es lo que vivió Narciso en sus giras, donde actuó en el Festival Internacional Cervantino (Guanajuato, 2009), Festival Internacional “Corpo” (Roma, 2004), el Dance Festival of Independent Artist (Toronto, 1999), Festival Internacional Nueva Danza (Barranquilla, 1996), Festival Óscar López Pueblo Español (Barcelona, 1991) entre otros.
Interpretar y crear con personalidades de la danza mexicana es recordar desde la fuerza que da el agradecimiento y la complicidad a Isabel Beteta y su Compañía Nemian, Cecilia Appleton en El viento es mi voz, Juan Manuel Ramos con la compañía Bajo Luz; a Lidya Romero, Rossana Filomarino, Rolando Beattie y Lola Lince. Imposible olvidar la mirada tan cercana de los espectadores en los escenarios callejeros del Distrito Federal de los noventa, cuando formó parte del Grupo de Experimentación Artística Asaltodiario que dirigía Miguel Ángel Díaz. Esas experiencias urbanas le hacen evocar que desde niño le gustaba la calle, recuerda que, en su barrio, Lomas del Paradero, en Tlaquepaque, se trepaba a los árboles y se colgaba de los camiones: era una fiesta para la adrenalina y la intrepidez.
Zizzo nació el 29 de octubre de 1958 en Guadalajara. Su madre Lydia García Varela lo educó para ser independiente, lo enseñó a planchar y a cocinar.
Todas las mañanas religiosamente sale a caminar con Perlita y Orión, sus perros pastor alemán, compañeros de vida inseparables. Camino a la parcela los encuentran una serie de sonidos, cantos y ritmos que él detecta de inmediato, ya que la música es fundamental en su desarrollo como artista. Ya decía yo que esos pantalones de cuero y ese aire rockanrrolero no eran mera casualidad.
En Guadalajara fue, en Guadalajara fue, donde yo me enamoreeeeee
Esta rola, La Tapatía, un clásico del Personal, se me antoja para el soundtrack de la película de Narciso el músico. El Personal fue una banda ochentera, emblemática. Su líder y compositor, Julio Haro, y sobre todo el baterista, Pedro Fernández, compartieron experiencias de trabajo y fiestas de la época, que prácticamente eran lo mismo.
Como adolescente setentero disfrutaba de escuchar a Led Zeppelin, Pink Floyd y Creedence. Su admiración por el talento de estos músicos lo llevó a inscribirse a la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, donde eligió el contrabajo, que marcó sus pasos durante diez años de carrera musical y, como dice la canción, tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir…coincidir con la hermosa Rita Guerrero, vocalista de Santa Sabina, es a veces un recuerdo que Narciso menciona poco, como para no desgastarlo. Y yo quiero saber más, pero no me queda otro remedio que respetar su discreción.
En los noventa, época de las Danzaterías que merecerían una investigación aparte, Narciso vivía la ciudad a plenitud. La Compañía de Danza Contemporánea de la Universidad de Guadalajara que dirigía Adriana Quinto tomaba fuerza nutriéndose de esfuerzos fundamentales previos en la historia de la danza en Jalisco, como el Grupo Integración de Danza Contemporánea, fundado por Onésimo González (1972) y dirigido desde 1980 por Pablo Serna. Esta herencia nutrió a Narciso el bailarín y el profesor que, junto con Patricia Vega, establecieron los primeros talleres de danza contemporánea en la Casa de Danza de la UdeG, actual sede del Grupo Folclórico de la Universidad de Guadalajara, que fundara Zamarripa.
“Escuchar ese nombre me hace mirar hacia un punto lejano: Philip Beamish, maestro de figuras como Alessandra Ferri, Tamara Rojo y José Manuel Carreño, Philip Beamish: amigo, maestro, escultor de mi instrumento de trabajo. Para siempre se quedó ese conocimiento compartido, mi admiración y respeto”, dice Narciso cuando habla de sus pilares. Técnicas, metodologías y lenguajes variopintos han soportado sus años de carrera. En sus inicios se preparó con Xavier Francis, reconocido por crear su propia metodología. Rocío Sagaón le mostró las delicias de la técnica Limón. Tomó clases de danza clásica con Beamish, Sergio Vicencio, Ana Torquemada y Guillermo Maldonado; se entrenó en danza contemporánea con Miguel Ángel Palmeros y, pensando en prevenir lesiones y en cuidar del cuerpo, practicó yoga por años Twiggy Romero.
Aprender es una motivación constante en la vida artística de Narciso, se actualiza constantemente tomando clases con maestros de talla internacional como Katsura Kan (butho), Ioana Popovici (dirección de performance), Lutz Forster (danza contemporánea), Jeremy Nelson (release), Susan Marshall (composición coreográfica).
Zizzo también ha tenido otros enseñantes: Doña Juanita Márquez, que tira semillas no modificadas genéticamente, en tono firme le dice: “¿Qué ya le está sacando? Porque a la tierra, a la guerra y a los chingadazos no cualquiera le entra”. Pero Zizzo está más curtido que eso, considera la cazanga una extensión de su Yocuerpo, puede pasar horas trabajando la tierra mientras su respiración marca un ritmo y convertir el cansancio en meditación o en una danza con las milpas de maíz criollo. La aparente sencillez del campo pudiera parecer contrastante con los nombramientos y premios que Narciso ha obtenido a lo largo de su carrera, como el de haber sido uno de los tres mejores intérpretes en el Premio Culiacán de coreografía 2012.
Salir a buscar la creación es salir a buscar la vida misma, regar las milpas y las ideas con lágrimas, sudores y risas, es viajar con el cuerpo al infinito de la creatividad con su compañía 8ADN Cuerpos en Acción, con la que Narciso florece junto a sus bailarines aliados: Carlo Huerta, Danira Soltero, Luis Betancourt, Melissa Priske y Jazmín Prado con coreografías como Tabula Rasa, Práctica de Vuelo y Atmósferas; siente que este ha sido el viaje que siempre ha valido la pena.
La tierra es musa, creadora y templo. El campo son estas hojas en blanco que yo misma, buscadora de historias, encontré en sueños bajo la tierra. Esta es la historia de un cuerpo que siembra en la danza y explora en la milpa.
A los 63 años se sabe que la vida es sembrar hasta el final. Zizzo el agricultor y Narciso el artista sienten que estar en un salón de danza, abrazar la tierra, imaginar en el escenario y recibir las sorpresas cotidianas que regala el campo es, instante por instante, conquistar la eternidad.
Fanny Cano
Sobre las fuentes
Asistir a la clase de release e improvisación los sábados con el maestro Narciso Sánchez propició un primer acercamiento y diálogo, que es la parte medular del proceso de escritura de esta semblanza. Conversar varias veces con él después de la clase no solamente me permitió conocer las diferentes facetas de su carrera además me reveló el rostro del agricultor. Me gusta encontrar historias y con tanta riqueza de datos pude formular preguntas imprescindibles en la entrevista llevada a cabo en la Secretaría de Cultura de Jalisco el 12 de agosto de 2021. De manera espontánea también entrevisté a las bailarinas: Rossana Quezada, Fabiola Frettlohr, Magaly Jasso, así como al bailarín Adolfo Galván, ya que asisten frecuentemente a la clase siendo este un ejercicio de comunicación muy enriquecedor.
El conversatorio con Ana Paula Rencoret fue muy valioso ya que reflexioné sobre la trascendencia de las fuentes al compartir los registros. Valoro y aprecio significativamente que el maestro Narciso me compartiera sin reservas su archivo personal, ya que me dio la confianza para acercarme a diversas fuentes: fotografías, programas de mano, videos, constancias y cartas que son piezas clave para plasmar y visibilizar información tan valiosa, aunque confieso que la selección de datos provenientes de dichas fuentes en momentos se tornó complicada debido al vasto material con el que cuenta Narciso. Dejar fluir la intuición y la imaginación en horas inesperadas, escuchar una sinfonía de voces en mi cabeza, seguir huellas, hurgar en el tiempo y mirar a través esas ventanas que el maestro Narciso Sánchez abrió para nosotros son la raíz de este hermoso vuelo.